
www.escritores.org




















































lunes, 22 de agosto de 2011
viernes, 19 de agosto de 2011
LORCA (75 AÑOS DE SU ASESINATO)

Mató su cuerpo el destello
en un barranco siniestro,
¿Se murió? no, lo mataron,
rematando con desprecio
al poeta de la vida,
dueño de miles de sueños,
Federico se llamaba,
por Lorca es conocido,
en el mundo que le llora
enlazado con su verso,
afligido por su grito,
que sigue rompiendo el alma
de quien lee sus escritos,
acunando madrugadas
de embelesos sin testigos.
Qué nos cantó La Tarara,
de lo gitano hizo rito,
soñó con mimo a la luna,
voló en un sueño maldito
de sentirse diferente
de su más intimo instinto,
si, mataron a un poeta
lleno de vida y amor,
pero nunca han conseguido
borrar su legado cierto,
ese que no muere nunca,
siendo el mejor alimento,
para quien ama la vida
o necesita el sustento
del poema de ese hombre
de su magia y de su sueño,
Que no le dolieron prendas
de ser un hombre sincero,
abanderado de quienes
no tenían el respeto
de los que después con ira
rompieron su grito eterno,
instinto cobre y sentido,
amante de abrazos limpios
no exentos de sufrimiento,
que no desdeñó a la muerte,
que nunca acepto el silencio,
pues vive en cada palabra
atada con presto lazo,
para que acune la luna
por siempre al desamparado.
A Federico estés donde estés, gracias por todo
MARIA LUISA BENEDICTO GIL 3-10
jueves, 18 de agosto de 2011
viernes, 12 de agosto de 2011
Niño de la calle

Duerme niño mío falto de esperanza,
que mueres de frio mendigando calor.
No tienes a nadie que meza tu cuna,
te vences cansado sin besos de amor.
Qué pena contigo, me aferro a batirme
con el cruel destino que te hace llorar.
No encuentro argumento para tu abandono,
me siento frustrada, no puedo luchar.
Un eco acallado cubierto de estrellas,
camino inhumano desgajado al fin
Ciego para un mundo que mira a su luna
pasando de largo sin ver tu sufrir.
Versos olvidados para un niño solo
que como otros muchos muere en soledad
¿No sienten ternura los que te circundan?
es un niño pobre, pobre humanidad.
María Luisa Benedicto Gil